jueves, 12 de junio de 2014

EL SURGIMIENTO DEL CEREBRO DESDE UN PUNTO MARXISTA


Por David Rodrigo Garcia Colin Carrillo

A los seres humanos nos gusta suponer que lo que nos define como especie está en nuestro cerebro enorme y sofisticado. Es natural quedarse maravillado por un órgano de menos de kilo y medio que contiene cerca de cien mil millones de neuronas, capaz de cobrar consciencia de sí mismo. Pero se trata de un prejuicio idealista que pone la realidad patas arriba. El cerebro no es tanto lo que nos hace humanos sino uno de los resultados de lo que nos hizo humanos. El cerebro es producto del trabajo y aunque es cierto que el desarrollo de este órgano interactuó e impulsó al trabajo en una relación dialéctica, debe verse como una relación en donde el órgano es lo subordinado, el resultado. La prueba de ello está en el hecho de que los primeros homínidos que fabricaron herramientas prelíticas hace más de cuatro millones de años –y podemos asegurarlo porque incluso los chimpancés llegan a elaborarlas en situaciones límite- tenían el cerebro del tamaño de un bonobo. Por lo tanto, primero fue la transformación material y luego vino la evolución de nuestros cerebros. Así, no es verdad lo que dice Juan en La Biblia de que “al principio fue el verbo y el verbo estaba en Dios”, sino al contrario “al principio fue la acción”, la acción creó el cerebro, el cerebro cre el verbo (el lenguaje) y –en uno de sus muchos extravíos- a Dios. 

Lo que compartimos con los primates. Necesario pero no suficiente

Los seres humanos compartimos con el resto de los primates, orden al que pertenece nuestra especie, algunas características generales que, aunadas a la locomoción bípeda propia de los homínidos, posibilitaron la creación de herramientas, lo que nos transformaron en lo que somos. Es necesario señalar las más importantes para comprender las condiciones que transformaron al “mono” en hombre. 
El origen arbóreo de los primeros primates –que seguramente se alimentaban de insectos y frutas- nos ha legado algunas características esenciales. La visión estereoscópica que permite ver en tres dimensiones, los ojos situados al frente y la capacidad de percibir cierta escala cromática fueron características que les permitieron a los pequeños primates originales, de los que desciende el homo sapiens –como también nuestros primos los chimpancés, los bonobos (chimpancés pigmeos), los gorilas y orangutanes- diferenciar las clases de frutos y su grado de madurez, además de permitir enfocar presas pequeñas como insectos. En relación con otros mamíferos, como los canes, los primates poseemos un área cerebral dedicada a la visión de mayor tamaño que el área olfativa. Sin estas características visuales, junto con unas manos capaces de cierta destreza, sería imposible la selección de materiales y, sobre todo, la precisión y delicadeza que requiere la fabricación de herramientas. 
Un cerebro relativamente grande en comparación a otros mamíferos permite a los primates depender menos de los instintos que del aprendizaje, ésta características, propia de la mayoría de las especies de nuestro orden, no sería posible sin una dieta omnívora que alimentara adecuadamente a este órgano. Veremos que el trabajo y la producción de alimentos –especialmente el consumo de carne– crearon al cerebro humano y que la estructura y organización cerebral  es más importante que el tamaño para explicar al pensamiento complejo (el recientemente descubierto Homo Floresiensis es prueba de ello), sin embargo, un cerebro de ciertas dimensiones debió haber implicado otro punto crítico que, entre otros, fungió como factor de retroalimentación para  transformar y crear al cerebro humano. Adicionalmente, los primates son animales relativamente más sociales, ésta dependencia social –expresada, por ejemplo, en el periodo de crianza dilatado de las crías– habrá de aumentar y hacerse más compleja conforme surjan especies homínidas más sofisticadas culturalmente.  
Pero ninguna de estas características por sí mismas es suficiente para explicar el surgimiento de nuestra especie. El elemento central en este proceso dialéctico fue la mano. Las manos sensibles y prensiles con pulgares oponibles son una cualidad que a los primates les sirve para asirse a los árboles, para tomar frutos y para cazar insectos –y a las indefensas crías aferrarse al pelo de sus madres- y a nosotros nos posibilitó la fabricación de herramientas. Vestigio curioso de ello es que aún los bebés humanos menores de nueve meses se aferran instintivamente –con manos y sorprendentemente lo intenta hacer con los pies- de cualquier objeto asible (reflejo prensil plantar y palmar respectivamente), esto debió ser muy útil para sujetarse de las ramas, del pelo de las hembras y no caer de los árboles con fatales resultados. 
Desde un comienzo la mano jugó un papel central, incluso antes de que fuera la mano del hombre. La coordinación mano-ojo- cerebro debió haberse desarrollado complementariamente como interrelacionada es su función en el trabajo. La clavícula y muñeca propia de los primates fue esencial para balancearse de rama en rama usando los brazos – locomoción arbórea llamada braquiación- y para nosotros es fundamental para mover los hombros hacia arriba, abajo, atrás y adelante; sin ello no podríamos fabricar herramientas, lanzar una jabalina y ni siquiera girar un picaporte. Los primates tienen manos prensiles, esta característica resultará esencial para la fabricación de las primeras herramientas; el trabajo es producto de la mano tanto como la mano es producto del trabajo. La oposición del pulgar llega a su perfección en la mano humana porque lo es con respecto al resto de las falanges, creando un órgano delicado y preciso capaz de tocar en el piano una pieza de Chopin o de esculpir una Venus de Milo. Pero el trabajo no sólo creo la mano, es justo decir que, en última instancia, la mano creo al hombre; aunque no haya sido la mano de Dios –como sostiene la religión- sino la mano del hombre mismo en su proceso de transformación.
Un contexto ecológico adecuado, más la posición bípeda –además de las características generales de los primates que ya hemos señalado- permitieron el punto de ruptura que se requería para el salto evolutivo que nos lleva de la biología a la cultura; proceso que abrió el camino que nos lleva a la senda humana. 

La mano que transformó todo

Investigaciones recientes de los fósiles de los huesos que componen la muñeca del Australopithecus han revelado cómo este antecesor  usaba su mano. Los patrones de fuerza ejercidos sobre el tejido esponjoso de un hueso de la muñeca  permiten hacerse una idea de cómo usaba sus dedos. De esta manera se ha mostrado que el Australopithecus ya no usaba su mano para trepar árboles y que, por el contrario, usaba el pulgar de una forma similar al de la mano humana moderna, es decir: la usaba para trasportar alimentos,  útiles y fabricar toscas herramientas de las cuales no nos han llegado ejemplares. Además de ello contamos con los estudios de los fósiles de parte del rostro de un infante de cuatro años de edad  que muestran que -a diferencia de los chimpancés- un aferensis de 4 años aún no había terminado de desarrollar su cerebro y presumiblemente tampoco su proceso de aprendizaje infantil. Esto último confirma que la creación cultural de herramientas tiende a dilatar el periodo en el cual los infantes deben aprender su legado cultural.1
Las causas se convirtieron en efectos y los efectos en causas: la posición erguida liberó la mano y facilitó la fabricación regular de herramientas y con la fabricación de herramientas se fue desarrollando la posición erguida; la diferencia entre manos y pies; la reducción de tamaño de dientes rostro y mandíbulas y sobre todo las tendencias hacia el crecimiento del cerebro, junto con la concomitante transformación de la pelvis, el fémur, la columna vertebral, etc.; fueron una muestras asombrosa de que al fabricar no fabricábamos nosotros mismos. Engels ya había subrayado las implicaciones revolucionarias de la posición erecta cuando señaló que “la acción de trepar asigna distintas funciones a las manos y los pies, y cuando su modo de vida implica la locomoción en suelo llano, estos monos olvidaron poco a poco la costumbre de usar la manos para caminar y adoptaron una postura cada vez más erguida. Este fue el paso decisivo de la transformación del mono en hombre”.2
La mano así liberada se transformó así misma al mismo tiempo que modificaba su entorno y al propio Australopithecus creando el instrumento de producción más increíble sobre la faz de la tierra: la mano humana. Así pues, nos señala Engels en un pasaje clásico que conserva todo su valor después de más de 100 años de haber sido escrito:
La mano no es sólo el órgano del trabajo, sino también el producto del trabajo. Trabajo, adaptación a operaciones siempre renovadas, herencia de músculos, ligamentos y, a lo largo de prolongados periodos, huesos que pasaron por un desarrollo especial y el siempre renovado empleo de ese refinamiento heredado en operaciones nuevas, cada vez más complicadas, otorgaron a la mano humana el alto grado de perfección necesario para crear  los cuadros de un Rafael, las estatuas de Thorwaldsen, la música de un paganini.3
Pero no sólo la mano es el producto del trabajo, sino, lo más asombroso, el órgano que representa a la materia más altamente organizada en el universo conocido, la materia que ha cobrado conciencia de sí misma: el asombroso cerebro humano.  Resultó una sorpresa cuando los antropólogos descubrieron que los Australophitecus tenían el cerebro de un chimpancé (alrededor de 450-550 Cc -se ha demostrado que los Ardipithecus contaban con una capacidad cerebral similar-).
Sabemos por medio del registro de fósiles que otros cambios físicos importantes como la ampliación del tamaño del cerebro, la modificación de la pelvis femenina para permitir el alumbramiento de crías con mayor cerebro y la reducción de la cara, dientes y mandíbulas no se produjeron hasta hace unos dos millones de años, tras la     aparición del bipedalismo. También pueden haberse producido en esa época otras características humanas, como el aumento del tiempo de dependencia de las crías jóvenes  respecto de sus padres y el aumento de la ingesta de carne en la dieta habitual.4

Un terrible error filosófico: El vergonzoso Hombre de Piltdown

Este hecho, que Engels había señalado con cien años de anticipación, es ahora universalmente reconocido por los antropólogos. Pero durante un lapso de cien años después de que Engels escribiera El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre los antropólogos siguieron una pista falsa en función de una posición filosófica idealista; Alan Woods comenta este hecho: 
Desde aproximadamente cien años, el estudio de los orígenes del hombre fue completamente socavado por la filosofía idealista prevaleciente. Siguiendo la noción idealista de que el cerebro lo determina todo, se asumió que nuestros primeros antepasados deberían por necesidad tener un cerebro grande. La búsqueda del “eslabón perdido” se redujo, por lo tanto, a la búsqueda de un fósil humanoide que exhibiera ese rasgo.
Tan convencidos estaban los antropólogos de esta teoría, que fueron engañados por el llamado Hombre de Piltdown, que más tarde se demostró no era más que una burda falsificación, en la que el cráneo de un humano fue combinado con la mandíbula de un simio. De hecho, al basarse en el idealismo, la ciencia ha estado siguiendo una pista falsa durante cien años. Lo contrario era el caso. El cerebro de los primeros     antropoides era del mismo tamaño que el de un chimpancé. Esto ya había sido predicho por Engels hace más de un siglo en su impresionante estudio El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Engels explicó que los primeros antepasados del hombre se separaron primeramente de otros simios al adoptar una     postura erguida, que liberó sus manos para el trabajo. Esta fue la condición previa al desarrollo de la humanidad. Pero el auténtico salto cualitativo fue la producción de herramientas de piedra. Esto provocó el desarrollo de la sociedad, el lenguaje y la     cultura que de forma definitiva nos diferencia del resto de los animales. Stephen Jay Gould señaló que si los científicos hubieran prestado más atención a lo que Engels había escrito, se hubieran ahorra cien años de errores.
¿Cuál era el problema aquí? Era un problema filosófico: la mayoría de los científicos seguía las nociones predominantes del idealismo filosófico y, por tanto, formularon una hipótesis incorrecta. (…)5
El caso vergonzoso del hombre de Piltdown–supuestamente descubierto en 1912 por un aficionado llamado Charles Dawson-  retrasó el estudio del Homo erectus unos 60 años (y el de la antropología en general unos 100 años). En 1890 el físico sueco Eugene Dubois descubrió en Java el cráneo de un erectus al que denominó Pithecanthropus  pero el cráneo no encajaba con las expectativas dominantes puesto que era del tamaño de un chimpancé y se encontraba en un país que no era del primer mundo, el mismo Dubois se desdijo de su descubrimiento y éste se consideró como los restos de un primate extinto que nada tenía que ver con el humano. La farsa del hombre de Piltdown  se sostuvo tanto tiempo porque éste no sólo tenía un cráneo del tamaño de un hombre moderno – ¡y claro que son nuestras ideas las que nos hace humanos!- sino que señalaba el origen del hombre en Sussex Inglaterra, ¡es evidente que el primer ser humano debió haber sido un respetable ciudadano Inglés mucho más avanzado que los pobladores de Java! Fue hasta 1924 que el antropólogo australiano Raymond Dart redescubrió al erectus en Transaval África pero nadie hizo mucho caso a su descubrimiento porque neciamente tenía el cráneo del tamaño de un chimpancé y, peor aún, estaba en África. No fue sino hasta 1953 que se descubrió que el famoso hombre de Piltdown –ese respetable primer hombre inglés- no era sino una burda falsificación, un palimpsesto compuesto de huesos de un cráneo humano encimados con la mandíbula de un orangután y un canino de chimpancé, huesos todos hábilmente pintados de color pardo y raspados para parecer muy antiguos. ¡Esta vergüenza monumental es otro de los grandes logros del idealismo en la ciencia!
¿Cuál fue el factor que permitió a Engels anticipar la relación entre el trabajo y el desarrollo del cerebro mientras que la mayoría de los antropólogos estuvieron atrapados bajo una hipótesis incorrecta durante casi cien años?  Engels partía de un punto de vista dialéctico y pudo orientar su atención en el lugar correcto, de la misma manera los filósofos jonios pudieron adelantar la teoría de la evolución (Anaximandro) porque su enfoque dialéctico los orientaba en la dirección correcta. Esto es una muestra sorprendente del papel de la filosofía en la formulación de hipótesis, en la orientación de la investigación y en la selección de datos. A diferencia de lo que creen los positivistas el punto de vista filosófico con el que se aborda una investigación no es irrelevante. Se puede, como es el caso de los positivistas, tener disponibles una tecnología muy avanzada pero estar atrapados por métodos e interpretaciones absolutamente deficientes, mecánicos y rígidos (ya decía Heráclito que los sentidos son malos consejeros para las personas con almas bárbaras), actualmente contamos con tecnología y conocimientos a años luz de distancia de los filósofos jonios pero la ideología dominante (positivista o posmoderna) está muy por detrás de los primeros filósofos griegos, el materialismo dialéctico debe combinar el pensamiento dialéctico con los últimos conocimientos de la ciencia.

Cerebros grandes, partos dolorosos y problemas intestinales

La transformación del entorno por medio de la mano no sólo transformó al homínido en humano, también creo un cerebro cada vez más sofisticado. Pero nuestra especie tuvo que pagar el precio: el consumo de energía de este órgano maravilloso exige el 20 % del total de la energía utilizada por el cuerpo y por consecuencia unos intestinos sorprendentemente largos –de unos ocho metros y medio- capaces de absorber toda esta energía, esto no sólo condenó a la humanidad a padecer de colitis y otros problemas intestinales desagradables; además condenó a las mujeres a un parto doloroso –que incluye una pelvis femenina diseñada para luxarse temporalmente durante el alumbramiento- dado el enorme tamaño de la cabeza de los recién nacidos. La razón de que las mujeres partan con dolor no está, así, en el castigo divino al pecado original de la mujer, como sostiene La Biblia en el Libro del Génesis, sino en nuestro proceso evolutivo, en las complicaciones anatómicas de un cerebro grande. A los idealistas les gusta pensar que las ideas no tienen nada que ver con la materia y menos aún con asuntos tan triviales como la digestión, pero una hipótesis interesante sobre el surgimiento del cerebro en el reino animal, a partir del tubo neural primitivo, es que el cerebro  de los primeros animales con cabeza –surgidos tras las explosión cámbrica hace unos 500 millones de años-tuvo la función inicial de regular la digestión, por eso no es de extrañar la cercanía entre la boca y el cerebro. Como decía Marx, antes de hacer historia necesitamos alimentarnos.

La dialéctica de la evolución cerebral, el tamaño no lo es todo

La historia del cerebro expresa una dinámica dialéctica. En su evolución las viejas funciones son negadas por nuevas estructuras cerebrales conservando las anteriores dentro de una estructura superior. Así, sin uno observa la estructura interna del cerebro humano verá que en términos generales, mientras más interna es la estructura más básico y primitivo es su funcionamiento. El tallo cerebral que conecta con la médula espinal controla la respiración y el latido cardiaco, uno puede imaginarse esta parte primitiva del sistema nervioso como el original tubo neural; el tálamo se encarga de la temperatura corporal, alimentación, agresión y la reproducción; coronando el tallo hay algo parecido – a decir de Carl Sagan- al cerebro de un cocodrilo: el “complejo R”, sede de la territorialidad de los animales más rudos; rodeando esta parte primitiva está el sistema límbico de los mamíferos, sede de los estados de ánimo y emociones. El neocortex cerebral está presente en los mamíferos dado su comportamiento social y complejo. De acuerdo a Carl Sagan: “[…] finalmente en el exterior, viviendo en una tregua incómoda con los cerebros más primitivos situados debajo, está la corteza cerebral, que evolucionó hace millones de años en nuestros antepasados primates. La corteza cerebral, donde la materia es transformada en consciencia, es el punto de embarque de todos los viajes cósmicos. Comprende más de las dos terceras partes y es el reino de la intuición y del análisis crítico. Es aquí donde tenemos ideas e inspiraciones, donde leemos y escribimos, donde hacemos matemáticas y componemos música […]”6 El desarrollo embrional repite el mismo patrón evolutivo, desde un simple tubo neural que se diversifica y especializa en sucesivas capas, hasta formar el cerebro del recién nacido.
No hay dudas de que el proceso de cerebración humano está íntimamente relacionado con la fabricación de herramientas. Hemos señalado que el cerebro del Australopithecus era de unos 400 cm cúbicos, el Homo habilis  de poco más de 500 cm cúbicos, el erectus 850 cm cúbicos; por lo que en menos de 2 millones de años la fabricación de herramientas duplicó el volumen cerebral.  Una evidencia adicional de que el desarrollo cerebral estuvo relacionado íntimamente con la práctica histórica concreta lo constituye el proceso de desarrollo intelectual del bebé, que en ocasiones parece repetir a su modo el proceso de desarrollo de la humanidad; en efecto, mientras una cría chimpancé presenta el 65% de la capacidad cerebral de un adulto y se calcula que la cría habilis era del 50% respecto a sus padres, la capacidad cerebral de un bebé humano es de un 25% en relación al adulto; el resto de su potencial cerebral se desarrolla durante la infancia, por medio del aprendizaje y la interacción con el mundo social.  Así pues la interacción con el medio conectó las neuronas en nuevos circuitos, creó las potencialidades cerebrales y también las realizó.
Hace unos 200 mil años surgieron los primeros especímenes de nuestra especie con una capacidad cerebral promedio de unos 1200 cm cúbicos quienes convivieron con el famoso neandertal que superaba a nuestra especie en capacidad craneal con sus  1550 cm cúbicos. Pero, como suelen afirmar los terapeutas sexuales, “el tamaño no lo es todo”. Aunque el neandertal tenía un volumen superior promedio al hombre moderno y el hombre de flores tenía el cerebro del tamaño del chimpancé, presentando paradójicamente un comportamiento complejo inalcanzable para éste; es claro que la estructura y organización cerebral marcaron la diferencia. Las transformaciones cualitativas, estructurales del cerebro son aspectos más complejos de estudiar en el desarrollo de la evolución del cerebro humano pero más importantes que el tamaño.  

El cortex cerebral, sede de la inteligencia

Una característica cualitativa fundamental en el surgimiento del cerebro humano está en el desarrollo del cortex cerebral asociado a las capacidades racionales, lingüísticas y abstractas propias de la mente humana, capa del cerebro que comprende dos terceras partes de este órgano. La fabricación de herramientas funcionó como un importante motor cultural en la selección de todas aquellas mutaciones que favorecen la capacidad de abstracción, planificación y racionalización, dado que las poblaciones con mutaciones genéticas que mejoraron estas capacidades tuvieron mayores posibilidades de sobrevivir. A pesar de que las herramientas del Homo habilis no muestran prácticamente variedad o especialización, vale la pena reflexionar un poco las implicaciones de la elaboración de estas herramientas. La fabricación de herramientas de piedra es una tarea más compleja de lo que se cree, su fabricación -incluso para un trabajador experto- requiere empeño y precisión; es imposible separar las lajas de la piedra original si no se golpea ésta con el instrumento percutor en un ángulo determinado; la transformación de un pedernal o una roca en un raspador presupone y a la vez impulsa la capacidad propia del ser humano de  abstraer, prever y planificar. La fabricación de herramientas implica e impulsa –como hemos observado- la capacidad de imaginar, prever, planificar, medir, simbolizar. Así, la necesidad creó al órgano: las necesidades sociales que se le presentaron a los homínidos para transformar su entorno generaron los órganos correspondientes, especialmente el cerebro. Las necesidades de planificación, ejecución, autocontrol, razonamiento y abstracción impulsaron el desarrollo de los lóbulos frontales, especialmente de una fina capa de unos 2 milímetros llamada neocortex –que compartimos los  mamíferos-cuya sofisticación llega a su punto máximo en los seres humanos; a ello se debe que los humanos modernos tengamos frentes altas, encima de los ojos y cráneos globulares.
La transformación  del medio natural fue un asunto social, colectivo; algunos investigadores han encontrado una relación directa entre el tamaño del necortex y la complejidad de las relaciones sociales que unen a los individuos de la clase de los mamíferos. En concordancia, mientras avanzamos en la sucesión de especies homínidas y llegamos al género Homo observamos un desarrollo progresivo del cortex cerebral que llega a su punto álgido con nuestra especie. El estudio de las impresiones cerebrales dejadas en los cráneos del homo habilis demuestran un desarrollo del cortex cerebral, especialmente de la áreas encargadas de la imitación de gestos orales y manuales, reforzando la idea de que la fabricación de herramientas y el lenguaje (aunque fuera una tosca comunicación gestual) se desarrollaron de forma paralela. En un fascinante estudio se establece una hipótesis sobre la antigüedad de la capacidad cerebral para el lenguaje abstracto “diversos autores (Kay, Catmill y Ballow) estimaron que el tamaño del nervio que controla los músculos de la lengua está relacionado con la capacidad de ésta para pronunciar distintos sonidos del habla. A su vez, el nervio pasa por el canal hipoglosal del cráneo y éste es 1,8 veces mayor en los seres humanos que en los simios. Además en los Australopitiecus, el canal mide igual que en los simios, pero hace 300.000 años alcanzó el tamaño que hoy se advierte en los seres humanos, lo que da a entender que el habla humana tiene al menos esta antigüedad”.7 Hace 300 mil años surgieron los primeros humanos arcaicos, pero sabemos que el neanderthal tenía dificultades para un lenguaje articulado dado el tamaño de su laringe y el menor desarrollo de su corteza prefrontal, de ser cierto la hipótesis antes citada se demostraría que la capacidad cerebral para un lenguaje complejo estuvo latente antes del desarrollo de este potencial, potencial que se actualizó con nuestra especie hace unos 200 mil años mediante la acción.   
La creciente complejidad de la producción de herramientas y de los lazos sociales implicaba, no sólo el desarrollo del neocortex, también la necesidad de desarrollar mejores sistemas de comunicación, ello produjo áreas cerebrales específicas para dichas funciones. Así, por ejemplo, fue probablemente una mutación en el gen FOXP2 el que catalizará un potencial oculto en el cerebro y realizará las capacidades lingüísticas y asociativas del cerebro, con el desarrollo áreas corticales conocidas como “de Wernike” y el “de Broca” que se relacionan con la comprensión del lenguaje abstracto y la formación de oraciones complejas. Con la complejidad creciente de las actividades sociales la corteza del cerebro se especializó generando una lateralización hemisférica; aunque cada hemisferio realiza actividades simétricas –controlando el lado opuesto del cuerpo- también se especializa en una suerte de actividades polares, como explica Carl Sagan: “El mundo del pensamiento está dividido más o menos en dos hemisferios. El hemisferio derecho de la corteza cerebral se ocupa principalmente del reconocimiento de formas, la intuición, la sensibilidad, las intuiciones creadoras. El hemisferio izquierdo preside el pensamiento racional, analítico y crítico. Estas son las fuerzas duales, las oposiciones esenciales que caracterizan el pensamiento humano. Proporcionan conjuntamente los medios tanto para generar ideas como para comprobar su validez. Existe un diálogo continuo entre los dos hemisferios canalizado a través de un haz inmenso de nervios, el cuerpo calloso, el puente entre la creatividad y el análisis, dos elementos necesarios para comprender el mundo”.8
En síntesis, aunque el cerebro de los Neandertales tenía un volumen mayor al de nuestra especie, sus lóbulos frontales y su cortex prefrontal estaban menos desarrollados. Desafortunadamente para los neandertales, los “dados” de la evolución estaban “cargados” para que el sapiens-sapiens pudiera superar la prueba del final de la última glaciación con nuevas herramientas, sistemas de comunicación más abstractos y complejos, y formas más flexibles de adaptarse a los inevitables cambios, superando su animalidad al subordinarse a nuevas leyes culturales. Adicionalmente, aunque el cerebro del hombre de flores fuera del tamaño del de un chimpancé es seguro que las circunvoluciones de su cerebro estuvieron organizadas de distinta manera, como lo sugieren los estudios hechos en sus cráneos. 

Conclusión

Es la evolución la que ha posibilitado que la materia cobre consciencia de sí misma, que ha hecho surgir la materia más altamente organizada conocida en el universo: nuestro cerebro. Pero la capacidad cerebral del primer Homo sapiens que surgió en África hace 200 mil años y la del hombre contemporáneo es idéntica, tanto por su volumen como por su estructura. Lo que explica las diferencias culturales abismales entre el hombre del paleolítico y el del capitalismo no se encuentra, por tanto, en el cerebro sino en el contexto, en la evolución histórica y ya no en la evolución natural. La evolución social avanza mucho más rápido que la evolución biológica, por lo que las leyes de Darwin han dejado de operar en nosotros en forma decisiva por lo menos durante los últimos 200 mil años; si bien es cierto que nuestro cerebro ha dejado de crecer, hemos podido expandirlo culturalmente con herramientas asombrosas como los procesadores y el internet, hemos dilatado nuestra memoria con bibliotecas, hemerotecas y fonotecas; nuestra capacidad de comunicación, con la televisión y los celulares; mucho más allá de la capacidad natural de nuestro cerebro. Hasta ahora ha sido el contexto el que configura al cerebro y en mucho menor medida a la inversa. Es éste el que desarrolla o limita las potencialidades cerebrales latentes, presentes en todos los seres humanos. Pero el contexto mismo ha dado la oportunidad para que el cerebro humano desentrañe los misterios de la naturaleza y la sociedad, para que un Einstein arranque a la naturaleza sus secretos, para que un Darwin descubra los procesos de evolución de las especies y para que un Marx descubra el funcionamiento del capitalismo. Por tanto, el desarrollo histórico que nos ha hecho lo que somos nos da la oportunidad, por primera vez en la historia, de que el cerebro domine conscientemente el contexto, no sólo natural sino, sobre todo, el social. El dominio del hombre sobre sus propias relaciones sociales pasa, necesariamente, por la liquidación del capitalismo para que la planificación democrática socialista nos dote de la capacidad para que las ideas colectivas, los cerebros de los hombres, controlen finalmente su propio destino y desarrollen plenamente todas sus potencialidades, liberando las capacidades ocultas de nuestros cerebros, llevándolas a nuevas cimas, expandiéndolas con inventos ahora inimaginables.
Fuente: La Izquierda Socialista [www.laizquierdasocialista.org/node/3324 ] 

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NOTAS
1.- “Preshistoric  Autopsy” BBC Documentary,
2.- Federico Engels, El Papel del Trabajo en la Transformación del Mono en Hombre,  en Dialéctica de la Nturaleza,, p. 138.
3.- Ibid. p. 139.
4.- Carol R. Ember, et al. Antropología, p.103
5.- Alan  Woods, Marxismo o revolución, Marxismo y socialismo del siglo XXI (respuesta a Heinz Dietrich),  p. 48.
6.- Car Sagan, Cosmos, Planeta, Barcelona, 1985, pp. 276-277.
7.- Cf. Morgan, J El cerebro en evolución. Barcelona. Ariel, 2003.
8.- Carl Sagan, op cit. p. 278

sábado, 7 de enero de 2012

FILOSOFÍA, CIENCIA Y MATERIALISMO

La culta burguesía del siglo XVII consiguió finalmente poner en su lugar, de una vez para siempre, este divino halo. No fue posible hasta entonces la investigación científica del cristianismo” [karl Kaustsky, El cristianismo. Sus orígenes y fundamento]



Es sintomático que fuera la burguesía revolucionaria -en particular la Ilustración- la que rompe con la filosofía del Antiguo Régimen. Desde el agnosticismo de Hume, hasta el ateísmo de D'Holbach o Diderot, dicha clase social pone en solfa el papel de la religión y demuestra cual ha sido su papel a lo largo de la historia. Así en obras como Diálogo sobre la religión (Hume) o la Theologie portative o la Contagion sacrée (D'Holbach), o por último las obras de Diderot, en constante diálogo con las ciencias. La religión es vista como una superstición que enajena al ser humano. El mismo D'Holbach nos dice que “cuando el hombre ha sufrido grandes males, se imagina un dios terrible delante del cual tiembla”. Mientras que cuando cree haber recibido bienaventuranzas o cuando se imagina estar en derecho de alcanzarlas, ve a su dios bajo los trazos más mejorados, y su culo se transforma en menos abyecto y menos racional”[Théologie portative].

Una “crítica a la religión” que va unida a una nueva filosofía que no se separa de la ciencia. Pues como afirma Alan Woods “la ciencia no puede separarse de la sociedad, y los científicos pueden ser influidos por ideas filosóficas y políticas incorrectas” [Reformismo y revolución]. El ejemplo más claro lo encontramos en el papel desempeñado por L'Encyclopediae y en Diderot dialogando con las ciencias y en su enfrentamiento con la tradición ( el fijismo). Es verdad que la revolución da saltos y produce cambios repentinos, incluido en las ciencias. El mismo Thomas S. Khun lo explica perfectamente en su excelente libro La estructura de las revoluciones científicas, pero al mismo tiempo tenemos que decir que existen momentos de estabilidad como incluso de retroceso. Tanto Khun como Lakatos en su diálogo científico introducen un concepto fundamental para entender lo que son y cómo se forman las revoluciones científicas. Me estoy refiriendo al concepto de paradigma científico. Khun nos dice en dicha obra que “la mayoría de las ciencias se han caracterizado por una competencia continua entre una serie de concepciones distintas de la naturaleza...” Es la que nos demostrará en su estudio sobre el “copernicanismo” [la revolución copernicana]. El concepto de paradigma nos lleva ala idea de que en el transcurso del tiempo pueden coexistir diversos paradigmas que terminan enfrentándose.


¿Filosofía= Ideología?


Ya Ted Grant y alan Woods afirmaban que “todos tenemos una filosofía. Una filosofía es una manera de interpretar el mundo. Todos creemos que sabemos distinguir entre el bien y el mal. Sin embargo, es una cuestión harto complicada que ha ocupado la atención de las grandes mentes a lo largo de la historia” [Razón y revolución]

¿Acaso la burguesía en su etapa revolucionaria no tuvo una filosofía? A esta pregunta hay que contestar evidentemente que si, que dicha filosofía tuvo primero que romper con la escolástica y con el poder divino. Ya que “el escolasticismo era la tendencia dominante, y la principal tarea de la “ciencia” oficial consistía en justificar y proteger la fe católica frente al protestantismo y la ciencia” [Reformismo y revolución]. A la vez había que romper con el papismo como poder absoluto, por lo que frente al mismo se levantaron las distintas iglesias nacionales que representaron el luteranismo y demás sectas protestante. Frente a la “comunidad”, frente a la jerarquía aparece el Yo, que va a desarrollar el empirismo de Locke y el racionalismo de Descartes. En última instancia, este Yo es un átomo entre otros muchos, que es impenetrable y que se transforma a nivel político en el individuo burgués. Ahora bien dicho individuo es “libre” e “igual” a los demás; tesis que tendría que chocar con el absolutismo del papismo y la ideología neoplatónica de la “jerarquía de seres”.

La Reforma crea un nuevo tipo de ser: “lo que los calvinistas dijeron acerca del santo lo dijeron luego otros acerca del ciudadano; detrás de ambos nombres, se encuentra el mismo sentido de virtud cívica, de disciplina y de deber. Santo y ciudadano juntos sugieren una nueva integración de hombres privados (…) al orden político, integración basada en una visión novedosa de la política como labor minuciosa y continua” [Miguel Walzer, La revolución de los santos]. El puritanismo desde el exilio en Europa y en contacto con el calvinismo ya propugnan el orden nuevo y comienzan a hablar de un nuevo tipo de soberanía ya que “el impulso de la doctrina puritana, a pesar del tono evasivo de sus ministros era muy claro: apuntaba al derrocamiento del orden tradicional. Los ministros que habían regresado atacaron primero los ““resabios del papismo” que todavía podían encontrarse en la Iglesia establecida- las ceremonias rituales y las todas de los sacerdotes- ya que estos eran, en su opinión, concesiones a la mentalidad tradicional, recordatorios ambiguos de los antiguos ministerios” [La revolución de los santos]. El puritano propugna la resistencia y el “regicidio”, pero al mismo tiempo lleva hasta las últimas consecuencias el rechazo de las imágenes filosofía, política y cultura suelen ir unidas. Esa misma burguesía crea un nuevo tipo de arte, ante la prohibición de las imágenes “divinas”, buscan la imagen del burgués. Un arte pictórico cuya cumbre la encontramos en Holanda de la mano de Rembrandt y su cuadro “La lección de a anatomía

La primera revolución moderna se produce en Inglaterra, liderada por Oliver Cromwell que se colocó al frente de la pequeña burguesía revolucionaria y las masas populares. Siguiendo a Alan Woods, en su crítica al reformista H, Dieterich, podemos concluir que sólo cuando se enfrentó a la propia burguesía y al rey pudo llevar a cabo la revolución: “el Parlamento de Londres estaba dominado por los ricos mercaderes que no tenían deseo alguno de abolir la monarquía, y constantemente intentaban alcanzar un compromiso con el rey y la aristocracia representativa del viejo orden. Incluso en el siglo XVII la burguesía estaba jugando un papel contrarrevolucionario dentro de su propia revolución. La burguesía en el parlamento hacía la guerra al rey sin mucho entusiasmo, perdiendo al principio todas las batallas, hasta el punto que parecía que el rey ganaría. Sólo cuando Cromwell y otros líderes más radicales de la pequeña burguesía revolucionaria entraron en escena, tomando el control del movimiento, empenzó el campo revolucionario a ganar una batalla tras otra” [Reformismo o revolución]

El nuevo orden (burgués) iba a necesitar una “concepción del mundo” distinta a la del Antiguo Régimen. Ya la Reforma y el puritanismo propugnaban una nueva ética basada en el trabajo. Ahora bien, en esta primera etapa [mercantilista], la nueva ideología concibe el trabajo desde el punto de vista ético- religioso: “El trabajo de su cuerpo y la labor producida por sus manos, podemos decir que son suyos”; “el trabajo estableció la distinción entre lo que vino propiedad suya, y lo que permaneció siendo propiedad común”. Por último “[Dios] ha dado el mundo para que el hombre trabajador y racional lo use; y es el trabajo lo que da derecho a la propiedad, y no los delirios y la avaricia de los revoltosos y pendencieros”[Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil]

Esa misma burguesía, frente al poder del Estado, crea la noción de Sociedad civil. De nuevo, en las Isla bajo el paraguas de la Ilustración escocesa, en particular el pensador Adam Ferguson. Sociedad civil que se hay vinculada a la ética del trabajo, al individuo y a la libertad. Pero el desarrollo del capitalismo va a introducir la división social del trabajo, con lo que se perderá el sentido primigenio que daba Locke.

A pesar de lo dicho, revolucionarios como T. Paine o Robespièrre siempre pusieron por encima del derecho a la propiedad privada otro tipo de derecho. Asi Paine en su texto Justicia agraria nos dice que hay que “crear un fondo nacional con el que se pague a cada persona, que hay cumplido veintiún años, la suma de quince libras esterlinas, en compensación por la pérdida de su herencia natural por la introducción del sistema de propiedad de la tierra...” O el mismo Robespièrre, que en 1793 nos dice: ¿Cuál es el primer fin de la sociedad? Mantener los derechos imprescriptibles del hombre. ¿Cuál es el primero de esos derechos? El de existir. La primera ley social es, pues, la que asegura a todos los miembros de la sociedad los medios de existir, todas las demás se subordina a esta; la propiedad no ha sido instituída, ni ha sido garantizada, sino para cimentar aquella ley...”

¡Qué diferencia con la “burguesía senil” del siglo XXI!


Filosofía y ciencia


Marx y Engels cuando se refieren al siglo XVIII nos dicen que “la filosofía francesa de las Luces del siglo XVIII y sobre todo el materialismo francés no es solamente un combate contra las instituciones políticas en vigor, contra la religión y la teología existentes, sino también una lucha abierta declarada contra la metafísica del siglo XVII y contra toda metafísica, singularmente la Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz” [Utopisme et communauté de l'avenir]. Aunque es verdad lo que defienden, hoy tenemos que decir que sin la filosofía de Spinoza, sin la dinámica de Leibniz no hubiera sido posible superar el materialismo mecanicista.

Estamos defendiendo simplemente que fue necesario “releer” desde el materialismo tanto a Spinoza como a Leibniz. Hace ya tiempo afirmábamos que a partir de 1753 se produjo un cambio con respecto a las ciencias, que llevaron al rechazo del “Universo- Máquina” cartesiano, que conducen a la fundamentación de una ontología materialista, ya que al acercarse a las ciencias de la vida, dicha nueva ontología afirma que “todo ser vivo es capaz de regularse a sí mismo”. Tesis que hubiera sido imposible si no se hubiera producido una lectura materialista de la monada leibniziana [Javier Méndez-Vigo, Método y filosofía en la Ilustración].

Para llegar hasta aquí ha sido necesario una “intervención” y una recopilación de todo el saber, realizada por Diderot y D'Alembert en L'Encyclopedie. Obra donde se recoge la ciencia, la economía y filosofía nueva.

Hay que tener en cuenta que al encontrarse uno con los escritos de Diderot se puede llegar a la conclusión de que existen distintas rupturas en su obra. Pero como no somos partidarios de la existencia de un “criterio rupturista”, afirmamos que sólo se puede comprender su obra en la totalidad, ya que aquella se encuentra en constante diálogo/ confrontación con la teología, o en diálogo con las ciencias y que a medida que avanza dicho diálogo se va concretando y profundizando su materialismo vitalista. Un materialismo que en principio parte del espinocismo que encontramos ya en una de sus primeras obras [Promenade]. Pero ya anteriormente, en Pensées philosophiques realiza una crítica de la superstición partiendeo de espinocismo: “Le déiste seul peut faire tête à l'athée. Le superstitieux n'est pas de sa force. Son dieu n'est qu'un ètre d'imagination. Outre les difficultés de la matière, il est exposè a toutes celles que resultent de la fausseté de ses notions”.

El Espinocismo es ateísta y por eso durante el siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII se transformó en una teoría “clandestina”, que pone los cimientos de la nueva filosofía. Pero el “espinocismo moderno”en el siglo XVIII y, sobre todo, con Diderot o D'Holbach se transforma en materialismo. Ya desde entonces se produce una confrontación “interna” dentro del materialismo (entre el materialismo mecanicista y el materialismo vitalista), discusión que no saldría a la luz ya lo principal era el enemigo común: el espiritualismo. Un ejemplo de materialismo mecanicista lo encontramos en D'Holbach cuando nos dice que “la materia en general es todo lo que afecta a nuestros sentidos de alguna manera, y las cualidades que atribuimos a las diferentes materias se fundan en las diferentes impresiones o los diferentes cambios que producen en nosotros” [Sistema de la Naturaleza]

Mientras tanto Diderot en la tesis L de la Interpretación de la naturaleza introduce la nueva ontología materialista: “Unos han demandado más que la extensión y el movimiento. Otros han creído deber añadir a la extensión, la impenetrabilidad, la movilidad y la inercia. La observación de los cuerpos celestes, o más generalmente la física de los grandes cuerpos, ha demostrado la necesidad de una fuerza por la que todas las partes tienden o pasan unas hacia las otras, según una cierta ley, y se le ha admitido la atracción en la razón simple de la masa, y en razón recíproca del cuadrado de la distancia”.

La materia tiene distintas propiedades, no se puede reducir solamente a la extensión como hace el mecanicismo- siguiendo a Descartes. Para Diderot existe una fuerza vital (terminología que toma de la dinámica de Leibniz), que permite el tránsito de lo inerte a lo vivo y viceversa. Es decir defiende el transformismo.

Dicha tesis le permite separarse del empirismo en un problema fundamental, que ya plantearía el mismo Locke: nos referimos al “problema de Molyneux”. Si reducimos el conocimiento a los sentidos, ¿qué sucede con el ciego?. No es normal y se convierte en “monstruo”. Diderot al partir del impacto de las ciencias naturales, allí donde los empiristas, como Locke o Condillac no ven más que una especulación metafísica, aquél pone el acento sobre la naturaleza biológica del hombre. Como conclusión, el ciego es un monstruo, en algún sentido, pero cercano a nosotros.

Diderot muestra que este monstruo (el ciego) tiene razón, tiene juicio, y por ende la misma organización que todos nosotros. En contra del empirismo o del sensualismo Diderot afirma que la razón no se reduce a una mera suma o combinación de sensaciones. El ciego traduce todas sus sensaciones, en término de tocar, por lo que necesita de abstracciones, necesita traducir a términos, a signos, aquello que no puede representar por medio del sentido de la vista. En suma Diderot defiende la existencia de un sensiorio común ya que “no solo experimenta el ojo, sino también el cerebro”.

¿qué es el nuevo materialismo?. Hemos de partir del hecho de que el mecanicismo representó, en principio, la única actitud posible acorde con el conocimiento de la época, ya que fue capaz de encauzar la vida dentro de los límites de lo visible y lo analizable. Ahora bien, en la primera mitad del siglo XVIII, dicho paradigma entró en crisis, pues presupone una elección divina y reduce la materia a la extensión y al movimiento, olvidándose del situs.

La revolución newtoniana permite que las distintas corrientes del pensamiento, al comienzo del siglo XVIII, caminen hacia una concepción dinámica de la naturaleza. Pero faltaba el otro pie. Era preciso el desarrollo de las ciencias naturales y en particular la biología. Así, a lo largo del siglo XVIII la Escuela de Montpelier se reclamaba del vitalismo, partiendo de G. Sthal que distinguió entre materia viva e inerte afirmando que “toda materia es sensible”, o bien distingue entre lo irritable y lo sensible.

Por tanto, la ciencia le lleva a Diderot a concebir la materia de una manera muy distinta a como la entendía el mecanicismo. La materia no puede quedar reducida simplemente a la extensión, pero tampoco puede quedar abarcada por las nociones de lo impenetrable, lo móvil, la inercia y la atracción. Por consiguiente, partiendo de las ciencias naturales y, en particular, de los descubrimientos de Maupertuis, introducirá otras dos propiedades descubiertas por aquél: 1) simultaneidad de la creación de la formación de las sustancias que, contenidas unas en otras, se desarrollan en el tiempo por la continuación de un primer milagro; 2) la extemporaneidad de su producción que no es más que un encadenamiento de milagros reiterados en cada instante de la duración.

La biología, sin embargo, va a dar un paso de gigante al descubrir una estructura secreta, no visible. Tanto Buffon como Maupertuis descubren partículas elementales que denominan bien “partículas vivientes” o “moléculas orgánicas”. Elementos que permiten que nos demos cuenta de que la materia se puede generar y regenerar. Partiendo de lo dicho quedaba en entredicho la tradición representada por el fijismo. Pero el paso del rechazo y crítica de dicho paradigma lo da Diderot al defender el transformismo.

Para el fijismo la generación y la formación de un ser vivo se realizaba en uno de los progenitores, de donde salía completamente formado. Dicha teoría podía mantenerse bajo el paradigma cartesiano, ya que permitía recurrir a la suprema armonía divina. Pero las ciencias naturales no podía permitirlo ya que “tanto Buffon como Maupertuis centran su reflexión, cada uno dentro de su campo específico, en la posibilidad de una estructura oculta, de un orden subyacente que pueda explicar la reproducción en función de otras coordenadas diferentes y superiores a esos medios visibles que no parecen concordar con los efectos” [Mª del Carmén Iglesias, El pensamiento de Montesquieu]

Diderot sigue esa línea de investigación, acepta el principio de continuidad de Maupertuis y sitúa dentro de sus coordenadas materialistas la mónada de Leibniz. Continúa dialogando con científicos como Albert Haller del que lee los Elementa physiologiae corporis humani que le sirve para afianzarse en su transformismo. Estudia la obra de Bordeu del que saca los conceptos de excrección y de secrección. O bien sigua a Paul- Joseph Barthez del que aceptaba la noción de principio vital. Todo lo cual conduce a una concepción evolucionista, hasta llegar al hombre al cual distingue por el cerebro: “Sin vida nada se explica, ni sin la sensibilidad ni sin los nervios vivos y sensibles. Sin la vida, ninguna distinción entre el hombre y su cadáver. El cerebro o cerebelo con los nervios que no son más que expansiones filamentosas y sólidas, forman un todo sensible, continuo, enérgico y vivo: no es necesario buscar cómo vive este todo, lo ignoramos” [Éléments de physiologie]

El organismo lo organiza un centro, un sensorio común (cerebro). Dicho sensorio organiza a partir de la sensibilidad: el cerebro tiene sus propios canales- los nervios. El cerebro es el que vincula las distintas sensaciones, las compara y produce un encadenamiento.

Materialismo vitalista que cimenta lo que sería el evolucionismo, pero un materialismo que no supera su época, ya que como dice Engels “[los materialistas] no disponían otros datos de las ciencias naturales... no llegaron a conocer la obra de Kant, que posteriormente hizo época, y Laplace apareció mucho después de ellos” [Introducción a “Dialéctica de la Naturaleza”].

domingo, 22 de noviembre de 2009

MISERIA DEL "DARWINISMO SOCIAL"



Georges Lukács en una de sus últimas obras [Prolégomènes à l'ontologie de l'être social] nos dice: “incluso alí donde el determinismo biológico es indubitable, como en el caso de la existencia humana, este monopolio de la determinación acaba por llevar a deformaciones. El ejemplo mayor, en cuanto a los peligros que están vinculados a este absolutismo que procede a generalizaciones abusivas, es la psicología, sobre todo la pretendida psicología de las profundidades, hoy en boga, freudismo incluido”.
Palabras que implican toda una ontología que a lo largo de su trayectoria filosófica Lukács no ha abandonado y que ha ido perfilando hasta dejarnos este monumento filosófico que es la Ontología del ser social. El rechazo y, al mismo tiempo, crítica radical del peligro del “reduccionismo” que supone el “naturalizar” al ser humano ya lo encontramos en una de sus obras fundamentales [ El asalto a la razón], donde va a la raíz de lo que fue la ontología nazi y de sus implicaciones políticas en el exterminio y en el eugenismo. Pero vayamos por partes

¿Qué es el darwinismo social?

Dicha concepción es contemporánea de Darwin. Pero en ningún momento fue aceptada por aquél y por otro lado incluso llega a separarse y criticar sus conclusiones en una obra como fue El origen del hombre donde resalta que el ser humano aplica un principio que contradice la “lucha por la existencia”. Dicho principio no es otro que el “efecto reversivo” de la evolución; también delimitado por Patrick Tort [L'effet Darwin].
La filosofía evolucionista o el evolucionismo filosófico fue la filosofía desarrollada por H. Spencer. Este convierte el concepto de evolución en el centro de su concepción del mundo y no sólo en una parte de su filosofía; por consiguiente convierte la “ley de la evolución” en una ley universal de progreso. Dicha ley es un absoluto. En Spencer (hombre de su tiempo) se fundamenta una ideología conservadora propia de su ultra liberalismo conservador y que sirve a los intereses de la burguesía victoriana. Pero a la vez acepta las tesis de Malthus junto a la influencia que también tuvo de Lyell (aunque dicha influencia fue destructora), pues de este comenzó a aceptar “la hipótesis del desarrollo”.
La “ley de la evolución” le permite hablar de progreso con lo que se adentra en un cierto positivismo. Pero lo que nos interesa es como aplica “erróneamente” las tesis evolucionistas a la sociología. Lo que consigue es rechazar el concepto de adaptación de su sociología. Pues al aplicar de una manera absolutista su filosofía evolucionista cae en un idealismo. En última instancia llega a concebir la sociedad como un organismo, con lo que lleva a la práctica las aspiraciones de una burguesía victoriana que va camino de convertirse en burguesía industrial: la sociedad es un organismo y evoluciona como un organismo.
¿Qué sustituye a la adaptación? La ley de la supervivencia (Malthus) Si ya la ley se tradujo en el Ensayo sobre la población al problema de los salarios, Spencer lo absolutiza y lo lleva a la teoría social mediante lo cual se defiende que “los menos adaptados deben ser eliminados sin consideración ni recursos”. Buena conclusión conservadora ya que dicha tesis nos lleva a negar cualquier tipo de política asistencia y a rechazar que el Estado beneficie a los más desfavorecidos.
La sociedad se convierte en una “jungla” con una competencia feroz en donde el que no arriesgue lo más seguro es que no sobreviva; y, en última instancia, el que no arriesgue es que un vago y deviene una escoria [¡qué poco quedaba para el neoliberalismo!]. La filosofía de Spencer, su evolucionismo filosófico es la raíz y el basamento de una ideología conservadora que conlleva al liber[al]ismo económico.

Darwinismo social y fascismo

El marxismo siempre ha rechazado este tipo de filosofía basada en el racismo y en “la lucha por la existencia”. Es verdad que ni Marx ni Engels leyeron La filiation de l´homme de Darwin; por lo que no tuvieron conocimiento de lo que se conoce como el “efecto reversivo” de la evolución. Pero siempre entendieron el papel revolucionario de la teoría de la evolución y si criticaron algo fue la influencia que la ideología dominante tuvo en su teoría como bien dice Alan Woods: “Las capas medias de la Inglaterra victoriana se enorgullecían de ser personas prácticas, con don para hacer dinero y “tener éxito en la vida”. El primero en describir la selección natural como la “supervivencia de los más fuertes” no fue Darwin, sino Hebert Spencer en 1864. Darwin no estaba preocupado por el progreso en el sentido de Spencer (progreso humano basado en la eliminación de los más “débiles”) y era reacio a adoptar su frase. Es más Darwin utilizó metafóricamente la expresión “lucha por la supervivencia”, pero fue tergiversado por los conservadores que utilizaron las teorías de Darwin para sus propios objetivos” [Razón y revolución]
La burguesía siempre ha utilizado el biologismo en momentos de crisis del sistema. Hoy toda la ideología neoliberal se baña filosóficamente en aquél. El biologismo utilizado en sociología (como hace la burguesía) siempre lleva a tendencias reaccionarias que en última instancia supeditan la lucha de clases a la lucha de razas. Es lo que vimos en la década de los 90 fundamentalmente en la extinta Yugoslavia; pero a la vez es la misma tendencia que llevó al eugenismo y al exterminio de razas llevado a cabo por el nazismo.
Lukacs en una obra monumental, escrita en 1953, [El asalto a la razón] estudia la ideología nazi y como el “irracionalismo de la filosofía de la vida” junto al biologismo conlleva a una “concepción del mundo” fascista. Y Lukacs realiza una crítica implacable al darwinismo social que impregna el biologismo nazi y que da lugar a una concepción racista del Estado y de las clases sociales. El nazismo con el darwinismo social llega a una conclusión patente: “de las premisas que dejamos esbozadas se desprende, en efecto, imperativamente la consecuencia de que la sociología debe sustituir la clase por la raza, principalmente porque se considera la violencia como el elemento primario del desarrollo del Estado, por donde la división en clases se revela como la dominación de una raza sobre la otra” [El asalto a la razón]. Se identifica raza y clases.
Setena años más tarde, la nueva burguesía senil, vuelve a utilizar los mismos argumentos para acabar con la propiedad social y para desintegra un Estado como Yugoslavia. De nuevo se vuelve a utilizar el biologismo y el darwinismo social hace acto de presencia mediante la limpieza étnica (“donde haya un serbio es Serbia”).
Lukács también se da cuenta de que ideólogos fascistas (y racistas) como Gobineau tienen un objetivo fundamental: la lucha contra la democracia ya que con ello está luchando contra una idea que subyace en dicho régimen y que él considera como antinatural que no es otra que la “igualdad entre los hombres”
Si el racismo lleva a sustituir las clases por las razas ha de negar la economía clásica y basar la nueva sociología en “leyes naturales. Por tanto el darwinismo social en la época nazi “hace desaparecer de la sociología no sólo todas las categorías económicas, sino también las clases. Pasa a ocupar su sitio la “lucha por la existencia” entre razas. En tercer lugar, la opresión, la desigualdad, la explotación, etc., aparecen aquí como “hechos naturales”, como leyes de la “naturaleza”, y, en cuanto tales, inevitables e indestructibles” [El Asalto a la razón]
El darwinismo social lleva a la “resignación” y en última instancia es una apología del capitalismo que suprime la historia y rechaza el progreso. La desigualdad natural es la principal ley del darwinismo social.

Razón y revolución

La filosofía marxista siempre ha supuesto una praxis política y teórica, constantemente ha buscado el punto de vista de clase. Es una intervención política que ha servido para desenmascarar la ideología burguesa. El darwinismo social ha sido uno de los instrumentos de dicha ideología burguesa que han sido utilizados para mantener su hegemonía como clase, incluso dentro del movimiento obrero. Por ejemplo, para esto es para loa que ha servido el determinismo biológico.
¿Qué es el determinismo biológico? “El determinismo biológico está estrechamente vinculado al reduccionismo. Plantea, por ejemplo, que el comportamiento de los seres humanos está determinado por los genes de cada individuo, lo que lleva a la conclusión de que la sociedad está gobernada por la suma de comportamientos individuales de toda la población. Este control genético es el equivalente a las viejas ideas expresadas en la frase “naturaleza humana” [Alan Woods y Ted Grant, Razón y revolución]. Si la conducta está determinada por los genes podemos manipular la conducta humana. Tal era el proyecto de los psicólogos; aplicar los éxitos producidos por la manipulación de la conducta de los animales, aplicándolos al ser humano. Aparece el Conductismo que es la psicología de la conducta. Uno de sus fundadores Skinner
El conductismo fue una psicología “reduccionista” y meramente mecanicista con respecto a la conducta humana. El mismo Alan Woods nos lo confirma. ¿Podemos predecir la futura conducta de un criminal? Podemos manipular la conducta del ser humano? En última instancia ¿podemos terminar con la criminalidad? Tal es lo que pensaba dicha psicología. La excelente película de la Naranja mecánica nos relata precisamente este proyecto. S como si pudiéramos utilizar un bisturí para en un momento determinado realizar una incisión en el cerebro humano y conseguir que desaparezca el “departamento” de la agresividad. El conductismo es una psicología reduccionista que lo basa todo en la química y en la biología. Adentrémonos en la genética y utilicemos las tijeras para cortar el ADN a gusto del consumidor.
Sin embargo, este tipo de reduccionismo se olvida del aporte de Lamarck ya que “los rasgos adquiridos (derivados del entorno) no se transmiten biológicamente”. Alan Woods defiende que se produce una relación dialéctica entre los genes y el entrono ya que “la evolución humana tiene una “naturaleza” y una “historia”. La materia prima genética entra en una relación dinámica con el entorno social, cultural y económico”. Pero incluso más adelante confirma dicha relación: “los biólogos dividen el organismo en dos partes: el genotipo (el conjunto de genes) y el fenotipo (los rasgos que se manifiestan). Es un error considerar que la relación entre ambos es simplemente de causa- efecto, que el genotipo es anterior al fenotipo y, por lo tanto, es el factor decisivo de la ecuación. Nacemos con unos genes determinados que no se pueden alterar, y esto decide nuestro destino de una forma decisiva como la posición de los planetas para la astrología” [Razón y revolución].
La teoría de la evolución nos habla de la adaptación. El evolucionista Piotr Kropotkin nos lo confirma en una excelente obra: “a partir de los libros de notas de Darwin podemos ver que, en 1837, antes de que hubiera leído (en octubre de 1838) Essay on Population de Malthus, explicaba la aparición de especies nuevas, principalmente, gracias a la adaptación de éstas a circunstancias modificadas. Incluso en 1844, después de haber leído el Essay de Malthus siguió otorgando preponderancia a la acción directa del medio. Sin embargo, su opinión varió, y a finales de 1856 escribía a Hooker que, después de haber estudiado la variación por domesticación, había llegado a la conclusión de que las “condiciones externas, hacen muy poco por si mismas” [P. Kropotkin, La selección natural y el apoyo mutuo].
Se produce una relación dialéctica, que en el fondo es una interconexión, entre genes y ambiente. Las excelentes aportaciones de Kropotkin (un excelente estudio que se tendría que tener siempre presente) nos señalan que existen tres elementos en la evolución: el aislamiento, la dificultad de la selección natural para producir una nueva especie y la acción directa del medio y su capacidad para producir transformaciones en los seres vivos.
El marxismo utiliza la ciencia contemporánea y un aporte en dicha interrelación dialéctica la encontramos en la epistemología genética de Piaget que tanto influyó en el marxismo de L. Goldman y en su “estructuralismo genético” que una obra colectiva sobre Piaget nos habla sobre la noción de equilibrio : “efectivamente, ninguna concepción determinista, mecanicista o simplemente positivista de la vida social logrará explicar por qué el equilibrio relativo, una vez establecido, entre el sujeto y el objeto no es definitivo, sino que se ve superado en un plazo más o menos largo”.
Uno de los mejores críticos de Piaget fue el pedagogo ruso Vigotsky, que en la década de 1930 elaboró una teoría alternativa al estudio de la inteligencia y el lenguaje realizado por Piaget. El psicólogo ruso diferencia la conducta del niño con respecto al adulto, pero incluso se separa de Piaget cuando estudia la conducta infantil y sobre todo en lo que refiere a las reacciones complejas: “No es cierto que una reacción compleja consista en una cadena de procesos separados que podrían sustraerse arbitrariamente. Cualquier reacción de este tipo refleja procesos que dependen de todo el proceso de aprendizaje a todos los niveles de práctica. Este análisis mecánico sustituye las relaciones existentes entre estímulos por las relaciones subyacentes al proceso de elección” [Lev S. Vygotsky, El desarrollo de los procesos psicológicos superiores].
El niño no nace aislado, es un ser social desde su nacimiento e interrelaciona con el medio. Alan Woods siguiendo a la psicología nos dice lo siguiente: “Al nacer, el niño sólo conoce reflejos. Pero esto no significa pasividad. Desde su nacimiento, la relación del niño con su entorno es activa y práctica. No piensa sólo con la cabeza, sino con todo su cuerpo. El desarrollo del cerebro y de la conciencia está relacionado con toda su actividad” [Razón y revolución]
Existe una interrelación dialéctica entre la biología y el medio. No podemos reducir nuestra conducta sólo a la físico o a la biológico. El determinismo sólo sirve a los intereses de la burguesía para mantener la explotación. Tal es lo que sucede con la aplicación por parte de la burguesía con los Test de Inteligencia. El utilizar unilateralmente estos descubrimientos pueden llevar a error y a confusiones. Los test de inteligencia se utilizaron de una forma unilateral e indebida. El mismo evolucionista Stephen Jay Gould tienen una obra expresamente para desenmascaran dichos test y cualquier tipo de teoría racista [La falsa medida del hombre]. Los psicólogos utilizaron una unidad de medida y extrapolaron lo preconcebido hacia la totalidad humana.
Pero ¿qué es la inteligencia? “No es algo fijo, como planteó Burt, sino elástico. El potencial del cerebro humano no tiene límites. La tarea de la sociedad es que el ser humano puede realizar ese potencial, dado que el entorno puede restringirlo o realzarlo. Un niño que crezca en un entorno social desfavorable estará en desventaja respecto a otro que tenga todas sus necesidades satisfechas. El origen social es extremadamente importante. Si cambias el entorno, cambias al niño” [Razón y revolución]
La psicología unifica y al utilizar la estadística manipula, pues aísla el entorno al que convierte en una variable invisible y por tanto inutilizable. Con lo cual refuerza el conformismo social y enajena la voluntad de aquellos a los que la ley considera iguales, para en la práctica afianzar la desigualdad social. En definitiva “los deterministas biológicos son utilizados para reforzar las ideas sociales reaccionarias. La culpa el crimen, la pobreza, el paro, etc, no la tiene la sociedad, sino el individuo, por sus deficiencias biológicas o genéticas”. Tesis que encontramos en el neoliberalismo y en sus tesis económicas cuando se afirma que hay que retirar los subsidios de paro ya que el obrero en paro es un vago que no quiere trabajar. La culpa es del obrero que en la teoría de juegos o en la elección racional no arriesga (como hace el empresario) sino que es un outsider.
La burguesía traslada a la totalidad de la sociedad el juego de la mano invisible. Es la vuelta en una etapa senil de la burguesía a la teoría hobbesiana del egoísmo racional. La burguesía utiliza su propia ideología “revolucionaria” para mantenerse hegemónicamente, y en su etapa senil introduce la guerra permanente en la sociedad.
La realidad es muy distinta, tanto desde el marxismo como del evolucionismo. El mismo Darwin rechazó las tesis de Spencer en su obra referida al hombre, introduciendo la tesis del efecto reversivo que viene a decirnos que: “Se pasa por tanto de la eliminación (naturaleza, salvajismo, barbarie) a la eliminación de la eliminación (civilización) y, con el desarrollo de la moral y el derecho, a la prescripción de conductas antieliminatorias” (Patrick Tort, L'effet Darwin]. En resumidas cuentas lo que la naturaleza elimina, la civilización preserva.
Desde el marxismo frente a la lucha por la existencia de la naturaleza se nos habla de la cooperación algo más cercano a las tesis del apoyo mutuo del evolucionista Kropotkin. El marxista Alan Woods confirma el rechazo radical a cualquier forma de determinismo: “La sociedad, durante la mayor parte de su existencia, se ha basado en la cooperación. De hecho, sin ella los seres humanos nunca se hubieran elevado por encima del nivel animal. Lejos de ser un componente esencial de la psicología humana, la competencia es un fenómeno relativamente reciente, un reflejo de la sociedad basada en la producción de bienes, que pervierte y cambia la naturaleza humana hacia modelo de comportamiento que hubieran sido considerados aberrantes y antinaturales en el pasado.”. [Razón y revolución].
Javier Mendez-Vigo

lunes, 17 de noviembre de 2008

MARXISMO Y CIENCIA


Para el marxismo es necesario transformar la realidad, ¿pero se puede realizar dicha transformación sin conocerla? Teoría y Praxis en interrelación dialéctica. Intervenir políticamente en la filosofía, tal y como hiciera Lenin con el Empiriocriticismo [ver http://perso.wanadoo.es/javier-mendezvigo/Filosofiacienciaymaterialismo(1)pdf
Ya León Trotsky en "Qué es el marxismo" nos dice que "la ciencia no alcanza su meta en el estudio herméticamente sellado del erudito, sino en la sociedad de carne y hueso. Todos los intereses y pasiones que despedazan a la sociedad ejercen su influencia en el desarrollo de la riqueza y de la pobreza. La lucha de los trabajadores contra los capitalista obligó a los teóricos de la burguesía a volver la espalda al análisis científico del sistema de explotación y a ocuparse en una descripción vacía de los hechos económicos, el estudio del pasado económico y, lo que es inmensamente peor, una falsificación absoluta de las cosas tales como son, con el propósito de justificar el régimen capitalista"
Lo que viene a decirnos la cita es que la burguesía, como clase, ha abandonado la ciencia y abraza la superstición. La burguesía en su etapa decadente da respaldo al creacionismo, aunque disfrazado de pseudociencia bajo la denominación de "diseño inteligente".
Sin embargo, en la etapa ascendente era muy distinto: el racionalismo significó un avance con la ayuda de la nueva ciencia. El mecanicismo es el materialismo que cimenta la nueva ciencia. Ya Engels en "La Sagrada Familia" (cap. VI) habla de que "la filosofía francesa de las Luces del Siglo XVII y sobre todo el materialismo francés no son únicamente un combate, contra la religión y la teología existente, sino también una lucha abierta, declarada contra toda metafísica singularmente la de Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz".

Filosofia y Ciencias de la Vida

Engels y Marx confrontaron con las ciencias naturales y en especial con la teoría evolucionista de Darwin. John Bellamy Foster en su libro "La ecología de Marx" nos adentra en las lecturas de Engels; que conocía las obras de Charles Leyell o de Thomas Huxley. Además, durante el período de 1862, Marx asistía junto a su amigo Whilhem Liebknech a las conferencias de Thomás Huxley.
La Teoría evolucionista ayudó a Marx y Engels en su concepción de la Historia: "Marx utiliza la comparación darwiniana del desarrollo de órganos especializados en plantas y animales con las herramientas especializadas para ayudar a explicar su propia concepción de como el proceso histórico de la fabricación "multiplica los utensilios de trabajo y los adapta a las funciones exclusivas y especiales de cada trabajador"" [La ecología de Marx]
El mismo Engels en su "Anti-Dühring arremete contra la interpretación de la teoría evolucionista por parte de aquél. En particular el concepto de la lucha por la existencia: "la realidad es que a Darwin no le pasa siquiera por la mente decir que el origen de la idea de lucha por la existencia se encuentra en Malthus. Lo único que afirma es que su teoría de la lucha por la existencia es la teoría de Malthus aplicada a todo el mundo animal y vegetal. Por grande que sea la torpeza de Darwin al aceptar en su ingenuidad la doctrina de Malthus tan irreflexivamente..." Engels añade algo más, ya que en la teoría evolucionista se introduce por parte de Haeckel el hecho de que el transformismo es un resultado de la interacción que se da entre el medio ambiente y la herencia.
Hoy sabemos que Darwin utilizó a Malthus de manera metafórica, y que basándose en este hecho los neoconservadores - darwnistas sociales- aplican la "lucha por la existencia" en sus teorías sobre la raza y la supremacía aria [Ver Lukcas, "El asalto a la razón"]. Quizás la clave resida en que Darwin no entendía la noción de "los más fuertes" en una escala absoluta y en una tergiversación de los términos ya que "de hecho, ninguna de las dos expresiones con los que se asocia principalmente el nombre de Darwin, "evolución" y "supervivencia de los más fuertes
aparece en las primeras ediciones de "El origen de las especies", donde estas claves se expresan con palabras "mutabilidad" y "selección natural"" [Alan Woods y Ted Grant, Razón y Revolución]
Volvamos a Engels. Aquél realizó una lectura crítica de la teoría de la evolución y dio un salto cualitativo. Dicho salto lo vemos en el artículo "El papel del trabajo en la transformación del mono en el hombre": "Vemos pues que la mano no es sólo el órgano del trabajo; también es producto de él. La mano humana ha alcanzado ese grado de perfección que ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini únicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento especial así adquirido por los músculos..."
Los homínidos- nuestros antepasados- fueron capaces de llegar a alterar su relación con el medio y lo hicieron adaptándose mediante la mano, al pasar a la posición erecta. La mano no es sólamente el órgano, sino que también es el producto del trabajo, como dice Engels. Un órgano que nos permitió adaptarnos de una manera radical. Es el desarrollo del ingenio en fabricar utensilios lo que permite la supervivencia, y lo que nos llevóa a evolucionar de menera compleja, ya que también evolucionó el cerebro desarrollando el grito y posteriormente el lenguaje: "Primero el trabajo, y después y con él la palabra articulada, fueron los dos principales estímulos bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y perfección. Y a medida que se desarrollaba el cerebro se desarrollaba también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos".
Marx y Engels no se contentaban con realizar un registro de la ciencia de su época. Su lectura es crítica: "Marx y Engels sentían una gran admiración por Charles Darwin, hata tal punto de que Marx quería dedicar "El Capital" al gran científico inglés. Pero esto tampoco les impidió adoptar una posición crítica en relación a Darwin. En particular, eran críticos del gradualismo de Darwin, que negaba la posibilidad de saltos en la naturaleza" [Alan Woods, Reformismo o Revolución]
Javier Méndez-Vigo